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A finales del siglo XVIII se instaura en España un falso parlamentarismo que excluye del sistema a las clases sociales más bajas empujándolas a la marginación, por lo que los asalariados tienen que subsistir en una situación miserable en ciudades sobresaturadas por la marginación.
Esta situación extrema se traduce en un alto índice de mortalidad infantil y de analfabetismo que se superaba en un 50%. Una muestra de este analfabetismo, es que sólo sabían escribir 6 de los 18 millones de habitantes. Otra de las causas que provocaban este gran índice de analfabetismo es la temprana edad a la que entraban los niños a trabajar a las fábricas.
Ante esta situación, los obreros se movilizan en agrupaciones para demandar cultura y educación, a lo que las autoridades les responden: “España no necesita hombres que sepan, sino bueyes que trabajen.” Con esta actitud del gobierno, hacia la educación que recibía su pueblo, podemos comprender la situación en la que se encontraba la escuela: insalubre, desprecio social y bajo salario de los profesores. A esto hay que sumarle, que la educación estaba totalmente dirigida por la institución religiosa.
Como antítesis a este tipo de educación empiezan a surgir instituciones privadas de carácter laico, como la Institución Libre de Enseñanza que aboga por la coeducación, el deporte, una educación práctica en la naturaleza y métodos intuitivos y racionales; además de agrupaciones de obreros que imparten clases de lecto-escritura en los ateneos.
Una de estas instituciones fue la Escuela Moderna de Ferrer y Guardia, que abogaba por una enseñanza racionalista basada en la libertad del individuo y la armonía de la colectividad, sin distinción de clases, ni de sexo. Ferrer quería crear una escuela contraria a la que él había vivido, una escuela que descubrió cuando se fue a vivir a Barcelona, en los Ateneos obreros. Una vez que toma contacto con los ideales de estas instituciones, y la influencia de la masonería, su primer acto hacia una “escuela moderna” fue crear una biblioteca ambulante, en un vagón del ferrocarril donde trabajaba.
Desde su exilio en París lucha contra la precaria educación española junto con los republicanos, pero pronto se ve defraudado por ellos, ya que en su opinión, estos no hacían lo suficiente por poder cambiarla.
Durante su estancia en Paris, Ferrer toma de referencia la escuela de la 3º República francesa, pero ve que los dogmas católicos son sustituidos por los del Estado; por lo que le servirá de gran ejemplo el orfanato de Cempuis y creará una escuela que no esté sometida a ninguna autoridad política, religiosa o moral; y que se base en el positivismo, la racionalidad, la ciencia y la experimentación. Esta escuela la fijará en la calle Bailén de Barcelona y también será una escuela de adultos. Pero al crear esta institución en 1901 se encontrará dos problemas, la falta de formación de los maestros en este nuevo modelo pedagógico y de libros que lo ilustren; por lo que crea su propia editorial y boletín; y una escuela normal de maestros. Finalmente y sobre todo debido a la presión de la iglesia, estas escuelas son cerradas y en 1909 Ferrer es fusilado.